el hombre que amaba las islas

Este año, en el curso semestral de libro ilustrado de Billar de letras nos ofrecieron hacer cinco ilustraciones a dos tintas de El hombre que amaba las islas, de D.H. Lawrence. La editorial Traspiés iba a seleccionar una de las propuestas para editarla y finalmente la ganadora ha sido Begoña Fumero (que hace unas cosas preciosas, por cierto).

Pero me apetecía enseñaros mi propuesta también. Me ha costado, tanto por la narrativa que tiene este cuento, como por cómo va desgranado los personajes (y cómo desde la ilustración los tienes que ir construyendo) y por el carácter del protagonista. Pero a la vez he disfrutado recreándome en una estética británica de principios del siglo XX con las múltiples lecturas (incluyendo la influencia del espiritismo y ciencias ocultas de esa época que he intentado reflejar en las ilustraciones),  y sobre todo aprendiendo. Aquí os las dejo. La técnica es manual, tinta china y tinta china aguada (lavis), y el color añadido digitalmente.

«Una isla, si es bastante grande, no es mejor que tierra firme. Ha de ser realmente muy pequeña para que dé la sensación de isla (…). La isla adquirida por nuestro potencial isleño no se encontraba en los remotos océanos (…) pero tenía una buena y sólida casa, bastante sombría, que se alzaba por encima del embarcadero, y más allá, una pequeña granja con cobertizos y unos pocos campos distantes. Abajo, en la pequeña ensenada donde estaba el embarcadero, había tres casitas en hilera, como viviendas de guardacostas, todas pulidas y enjabelgadas. ¿Puede haber algo más acogedor y hogareño?» (La primera isla)

«Llegó el tiempo de la recolección, y la cosecha fue magnífica. Tenían que celebrar el fin de la cosecha con una cena. Ahora el largo granero estaba restaurado por completo, y lo habían ampliado. el carpintero había construido unas mesas alargadas. Colgaron faroles de las vigas del alto techo. Todos los habitantes de la isla se reunieron». (La primera isla)

«A la mañana siguiente, un mozo de labranza se presentó para informar de que una vaca se había despeñado por el acantilado. (…) Fueron precisos varios hombres para alzarla (…)». (La primera isla)

«En las noches oscuras el patrón podía ver las luces en la que había sido su isla, donde la compañía hotelera agasajaba a invitados(…). -Esta mañana he encontrado la saxífraga dorada (…). Ella le miró con fascinación en sus ojos castaños, en los que había un dolor sordo que a él le asustaba un poco. -¿La ha encontrado, señor? ¿es una flor bonita? (…) Fue una especie de compasión hacia ella lo que le hizo convertirse en su amante». (La segunda isla)

«¡Los elementos! ¡Los elementos! No puedes vencer a los elementos. (…) Mientras miraba, el cielo se oscureció y se enfrió de una manera misteriosa. desde lejos llegó el murmullo del trueno insatisfecho, y supo que era la señal de la nieve que caía sobre el mar. Se dio la vuelta y notó su hálito en él». (La tercera isla)

 

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